A lo largo de los siglos, la tradición católica ha sido enriquecida por las aportaciones de una miríada de personajes. Solo por mencionar unos cuantos, Pablo de Tarso se empeñó en difundir las enseñanzas de Cristo entre los pueblos gentiles, fundando la doctrina católica y trazando una línea divisoria con la fe judía; Agustín de Hipona es reconocido como uno de los máximos pensadores de la Iglesia y uno de los primeros filósofos en cuestionarse sobre las bases del cristianismo; Francisco de Asís fundó la Orden Franciscana y puso el ejemplo de cómo vivir bajo estricto apego a las Evangelios. Por sus logros en vida, dichas figuras históricas fueron canonizadas por las autoridades eclesiásticas y se les venera como santos.
¿Pero qué hay de aquellas figuras divinas de las que muy poco se sabe, a partir de los registros neotestamentarios? Varios de los apóstoles gozan de la distinción de ser los primeros discípulos de Jesús, pero el resto de sus vidas es un misterio. Es por esto que el caso de Judas Tadeo nos presenta el siguiente dilema:
¿Cómo es que un apóstol que tiene una participación mínima y confusa en los Evangelios logra ascender en tiempos recientes para figurar entre los santos más venerados del México actual?
Esta polémica cede a una nueva interrogante: ¿Qué determina la devoción a un santo? ¿Tienen más peso sus logros históricos o su influencia póstuma, es decir, su capacidad de protección espiritual, de acompañar a los difuntos, o ya de plano, de hacer milagros?
Para los miles de feligreses que peregrinan al Templo de San Hipólito y Casiano el 28 de octubre (y los días 28 de cada mes), la respuesta está escrita en sus rostros. ‘San Juditas’ tiene poderes, y su reputación se ha propagado entre las vertientes más diversas (aunque poco ha contribuido la propia Iglesia a difundir su culto).
¿A qué se debe la popularidad de San Judas Tadeo, el llamado santo de las causas perdidas? Toda explicación racional de un fenómeno religioso parece ser un ejercicio inservible, pero hay algunas lecciones que incluso los no-creyentees pueden rescatar de esta indagación.
¿QUIÉN FUE JUDAS TADEO?
Judas (no el Iscariote) le dijo: -¿Por qué Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo?” Juan 14:22.
Ante la presuposición de que la Epístola de Judas fue escrita por otro autor del mismo nombre, el versículo citado arriba representa la única participación activa de Tadeo en los Evangelios. Básicamente, San Judas es como un extra que tiene dos líneas de diálogo en una serie televisiva de diez temporadas. Juan incluso se ve obligado a agregar una aclaración entre paréntesis para que el intérprete no lo confunda con su infame tocayo.
La realidad es que nadie tiene muy claro quién fue Judas Tadeo, ni sus devotos, ni los exégetas. Vaya, ni siquiera los evangelistas parecen estar seguros de aquel personaje que siempre anda postrado en el fondo, como un miembro de la audiencia en una obra, siempre callado, a veces atento.
Para mucha gente ajena al fenómeno de San Judas, Tadeo es el mismo discípulo que traicionó a Jesús tras el episodio de la última cena. Si fuera cierto, este detalle encajaría en la narrativa morbosa de un santo apócrifo y su devoción entre los partícipes de la delincuencia. De hecho, una pregunta que a menudo surge en Google es si Tadeo e Iscariote son la misma persona. Pero no, los estudiosos de la Biblia tienen la certeza de que son personajes distintos.
El nombre de Judas es bastante ordinario en la comunidad judía (en hebreo, Judas significa “alabanzas sean dadas a Dios”), por lo que los evangelistas tuvieron que distinguir a Tadeo de Iscariote de otra forma. Para Mateo y Marcos, es simplemente ‘Tadeo’ o ‘Lebeo’ y para Lucas es ‘Judas de Santiago’. Juan es el menos elegante de todos al identificarlo como ‘Judas (no el Iscariote)’. El léxico popular lo tiene etiquetado como “Judas el Apóstol”.
Fuera de esta distinción, poco se puede decir con total certeza sobre este personaje. ¿Fue primo o hermanastro de Jesús? ¿Fue hermanastro o primo de Santiago el Menor? ¿Fue hijo, hijastro o sobrino de María Cleofás? ¿Y cuál es el parentesco de esta María con María, la madre de Jesús?
Para un retrato más elaborado, habría que apoyarse en relatos, pasiones y leyendas ajenos a la Biblia. Tras el episodio de la resurrección, Tadeo fue encomendado con la misión de difundir las enseñanzas de Cristo por los caminos del este. Se dice que viajó a Samaria, Edom, Siria, Mesopotamia y Persia. Incluso hay textos que sitúan al apóstol itinerante en la India, el Tibet, China y hasta Japón.
¿Qué más se ha dicho de la vida personal de Tadeo? Es probable que el apóstol haya contraído matrimonio. En su novela histórica, San Judas Tadeo, el escritor Antonio Velasco Piña cuenta de una mujer llamada Martha que acompañó a Tadeo en sus trayectos y que incluso era capaz de realizar milagros similares a los de su marido.
En lo relativo a su muerte, la versión más popular indica que Tadeo fue asesinado por órdenes de sacerdotes paganos en algún lugar remoto de Persia. El martirio fue llevado a cabo entre los años 60 y 70, por decapitación. Se dice que antes fue torturado y golpeado con una maza y que su ejecución fue acompañada por la de Simón el Zelote, detalle que explica por qué ambos santos son venerados el mismo día.
¿CÓMO INTERPRETAR AQUELLO DE LAS CAUSAS PERDIDAS?
San Judas Tadeo, santo de las causas perdidas, desesperadas o imposibles. Esta distinción ha traído consigo una gama de peculiares consecuencias para el apóstol, aunque también lo ha colocado al mismo nivel que otras divinidades de “peso pesado” en México, como la Virgen María o la Virgen de los Remedios. Pero antes de preguntarse sobre las interpretaciones, vale la pena explorar… ¿cómo fue que un santo tan minúsculo fue adjudicado con este patronato?
Irónicamente, la fascinación por Judas Tadeo se puede deber en parte al Iscariote. A causa de la mala fama con la que carga el nombre de Judas en la tradición católica, Tadeo fue reducido al rango de “apóstol olvidado”. En Wikipedia se documenta que San Judas, ignorado a lo largo de los siglos por los fieles, se volvió tan ansioso por ayudar al que se acordara y rezara por él, que estaba dispuesto a intervenir hasta en las circunstancias más desesperadas. Por ende, se invoca al santo de las causas perdidas.
¿Cómo surge el culto a San Judas? Esto se debe a otra ironía. Así como San Judas se adueñó del Templo de San Hipólito en la Ciudad de México, algo similar ocurrió al sur de Chicago, en la Parroquia de Nuestra Señaora de Guadalupe, pero a inicios del siglo pasado. Esta iglesia fue construida en los años 20 por migrantes mexicanos y en aquellos tiempos era encabezada por un sacerdote de nombre James Tort.
El padre Tort nació en Barcelona, e incluso vivió en México hasta que se vio obligado a huir del país en 1914 a causa del conflicto revolucionario. Ya en Chicago, muchos de los feligreses del cura eran obreros de las fábricas de acero en la zona. Cuando la depresión de 1929 golpeó a la gente trabajadora de Chicago, el cura abrió las puertas de su iglesia a los más necesitados y mandó a poner un santuario a su santo preferido, San Judas.
En febrero de 1929 se dio la primera solemne novena en el Santuario Nacional de San Judas. La aceptación experimentada entre la congregación fue tan excepcional que al poco tiempo se corrió la voz sobre un tal Saint Jude que hacía milagros a los afligidos por circunstancias desesperadas, y en aquellos tiempos tan difíciles no había escasez de angustia y sufrimiento. El 28 de octubre de aquel año, más de mil personas acudieron al Santuario para celebrar la Fiesta de San Judas y asistir a misa.
Fue así como la devoción a San Judas comenzó a crecer entre la comunidad católica de Chicago, sumando fieles durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
¿CÓMO EXPLICAR SU POPULARIDAD EN MÉXICO?
Se puede argumentar que la devoción a San Judas es síntoma del fenómeno migratorio. Chicago, la tercera ciudad más grande de Estados Unidos, tiene una fuerte presencia hispánica. De acuerdo a un censo de 2016, 29.7% de la población son latinos. La iglesia, por supuesto, juega un papel importante en el extenuante proceso al que todo inmigrante debe someterse para ajustarse y acoplarse al estilo de vida de la comunidad local.
Al formar parte de la cultura chicana, no debe ser sorpresa que San Judas haya sido adoptado en las ciudades fronterizas. Como santo de las causas perdidas, mucha gente en situaciones marginales se entrega a la devoción, particularmente en lugares azotados por la violencia del crimen organizado. De manera curiosa, San Judas también ha sido incorporado al folclor del hampa, compartiendo espacio en la vitrina con ídolos profanos como Jesús Malverde y la Santa Muerte.
¿Por qué será que un sicario se ve en la necesidad de recurrir a una figura religiosa? ¿Acaso no se percata de las contradicciones entre su línea de trabajo y los preceptos de la Iglesia sobre misericordia, perdón y amor al prójimo?
El saldo de muerte en los últimos diez años es evidencia suficiente: esta paradoja no cae en el marco de reflexión del integrante de un cártel. ¿Pero esta disonancia a qué se debe? ¿Ignorancia? ¿Cinismo? Más bien, la narcocultura ha transformado a San Judas en un ídolo con efecto apotropaico; en otras palabras, una figura que está cargada con las mismas propiedades mágicas de un talismán o un amuleto. Su función consiste en proteger al poseedor de los disparos de bala, de las emboscadas, de las persecuciones, y de concederles el milagro de seguir con vida un día más…
¿Acaso sería esto posible con otro santo, como San Pablo, San Agustín o San Francisco? Cuando se trata de una divinidad cuya capacidad milagrosa es precedida por sus virtudes en vida, los fieles ya no pueden atribuirle otras funciones. En cambio, cuando se trata de un santo que no transmite algún mensaje moral que acompañe sus prodigios, un santo que carece de historia, su figura hueca se presta a ser rellenada con todos los atributos artificiales que le quepan. Cuando buscamos en San Judas alguna lección de virtud, éste nos deja fríos.
¿Qué conclusión podemos derivar de esto? San Judas: ¿Un ídolo sin virtudes? ¿Un becerro de oro? ¿Una pata de conejo?
No hay que perder aún la fe, por así decirlo, en el santo de las causas perdidas. Si ponemos a un lado los narcocorridos y la parafernalia de la idolatría, todavía podemos aprender algo del culto a San Judas.
¿QUÉ NOS DICE SU DEVOCIÓN SOBRE EL PUEBLO MEXICANO?
28 de octubre. Las estatuas del apóstol se hacen presentes en el transporte público, en las calles y en los parques de la Ciudad de México, y con el paso de las horas, se multiplican. ¿Por qué hay tanta gente cargando efigies de Jesús? preguntará un foráneo. A primera vista se parecen, pero no. La túnica verde, el báculo, la llama del Pentecostés, el medallón con el perfil de Cristo… ¿quién más podría ser aparte de Judas Tadeo? (A decir verdad, la autenticidad de esta imagen también ha sido cuestionada por exégetas ya que podría corresponder a otro Tadeo, “uno de los setenta discípulos” según Lucas, que le obsequió el Mandylion al Rey de Edesa para curarlo de una aflicción).
Sea o no el auténtico Judas Tadeo, es fascinante ver el desarrollo de nuevas costumbres entre los creyentes, cargando sus ídolos y vistiendo sus mismas prendas. Muchos devotos incluso compiten entre ellos al presentar esculturas cada vez más grandes, lo que cede a la pregunta, ¿entre más grande la efigie más probable el milagro, o cómo funciona eso? Cada quien tendrá su motivo.
Pero si ponemos a un lado las efigies y nos concentramos en la presencia de los miles de fieles en el Templo de San Hipólito, los prejuicios que nublan el discernimiento de los laicos comienzan a disiparse. La cultura popular ha retratado a los seguidores de San Judas como delincuentes, vándalos, asesinos y demás pecadores sin remedio, pero solo basta un recorrido entre la congregación para darse cuenta que la mayor parte de esta gente no representa a ningún “ente del mal”.
Vienen solos, vienen de lejos o vienen sin una moneda en la mano para buscar un rastro de esperanza fuera de la sociedad que les ha vuelto la espalda. En efecto, ellos son la personificación de las causas perdidas, desesperadas e imposibles. Los que ya nadie recibe en su casa ni prende una vela por ellos.
Si bien San Judas es incapaz de transmitirnos alguna lección de índole moral o intelectual, su atractivo recae exclusivamente en el ámbito espiritual. Ante la aglomeración de tantos seguidores, reunidos bajo un mismo propósito, el poder espiritual de San Judas no proviene de la figura de porcelana o mármol postrada en el altar, sino de la convicción que nace del mismo ser y se transmite entre los fieles a través del éxtasis de la oración consciente.
Esa reacción química que se desata en el sistema nervioso es producto del efecto creado por una voz colectiva que inunda nuestro interior; miles de voces unidas, concentradas en un solo punto: la veneración de un ídolo que se vuelve un instrumento de armonía social. De repente, el perdido ya no está solo, ni el desesperado está desamparado, porque su conciencia individual se ha integrado a un ser colectivo, un ser fuerte y vigoroso que trasciende los límites del cuerpo humano. He ahí el milagro de San Judas: unidad en la diversidad.
Una última observación. Recordemos que Judas Tadeo era un apóstol y los apóstoles eran los encargados de divulgar la palabra de Dios tras la muerte y resurrección de Cristo. Es decir, eran extensiones del profeta y sus enseñanzas eran las del nazareno. Por tal motivo, la devoción a San Judas (y a los otros santos apóstoles) a final de cuentas debe crear un enlace de vuelta a Jesús, ya que su mensaje puede poner en palabras la experiencia espiritual que se ha vivido.