Carlos E. Ricalde Peniche

México y Turquía: Luces, Sombras y Futuro.

En el convulso escenario geopolítico y económico del siglo XXI, México y Turquía se presentan como dos grandes actores emergentes con fortalezas singulares y desafíos apremiantes. Ambos se ubican en una posición geográfica estratégica, tienen poblaciones jóvenes y dinámicas y muestran una capacidad evidente para mezclar historia, cultura y modernidad. Le ofrezco a usted, paciente Lector, una visión a nivel ciudadano, meramente circunstancial, producto de mi andar por unos días en las calles de Estambul, sobre temas aparentemente coincidentes entre México y Turquía.

México se distingue por el tamaño de su mercado y riqueza cultural excepcionales. Con más de 125 millones de habitantes, una extensa frontera con Estados Unidos y una economía diversificada —desde agricultura y turismo hasta manufactura avanzada— el país tiene un capital geográfico y humano extraordinario. La vecindad con el gigantón del norte facilita la inversión extranjera y el comercio, además, siendo parte del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el país cuenta con un pilar importante para su desarrollo industrial y exportador.

Turquía, por su parte, ha sido desde lejanos tiempos, una encrucijada entre Asia y Europa. Su papel como puente geográfico y cultural es clave para el comercio y la diplomacia internacional. Su ubicación estratégica le otorga un papel vital en temas como la energía, por su cercanía a los gasoductos rusos o los flujos migratorios de África y Asia hacia Europa. Cuenta con una industria textil fuerte (aunque el punto específico de las alfombras, va en extinción, según palabras de nuestro guía), un sector turístico pujante y un legado histórico que abarca civilizaciones milenarias, lo que convierte a ciudades como Estambul (recuerde, antes Constantinopla, capital del poderoso Imperio Otomano)), en epicentros de experiencias culturales y turísticas.

Por otra parte, también, hay que decirla, es que ambos países enfrentan desafíos estructurales que frenan su progreso. En México, la violencia ligada al narcotráfico continúa siendo un lastre muy grave. Ciudades enteras padecen inseguridad, lo cual socava la inversión privada, afecta la calidad de vida y complica la gobernabilidad. También persisten altos niveles de desigualdad social y creciente pobreza, con amplios sectores de población lamentablemente marginados.

Por si parece poco, el sistema político enfrenta severas críticas por opacidad, corrupción y rala eficacia institucional en general. La inversión pública en infraestructura, aunque en aumento, no es suficiente para cerrar la brecha existente entre regiones. La

dependencia de la economía de EE.UU. —fortaleza también mirada desde otro ángulo— lo hace vulnerable a cambios abruptos en la política comercial o económica del impredecible vecino.

En Turquía, la principal condición adversa es la incertidumbre política y económica. En los últimos años, la inflación ha alcanzado niveles alarmantes, erosionando el poder adquisitivo y creando tensiones sociales. El deterioro institucional —concentración del poder, restricciones a la libertad de prensa y al sistema judicial— suscita preocupación desde la sociedad civil hasta organismos internacionales sobre la calidad democrática del país.

¿Qué puede esperarse en el corto plazo de México y Turquía? Aunque enfrentan realidades distintas, ambos comparten la oportunidad de capitalizar sus ventajas y fortalecer sus instituciones. México podría apuntar a un futuro más promisorio si logra controlar la violencia y elevar significativamente el estado de derecho, así como fortalecer el sistema judicial, impulsar políticas inclusivas hacia las zonas marginadas y elevar la inversión en salud, educación técnica y tecnológica, son columnas sea el desarrollo. También, igualmente prioritario, sería diversificar el ámbito comercial más allá de EE.UU. —con Europa, Asia y América Latina— y robustecer su capacidad energética con fuentes limpias y renovables, reduciendo la dependencia petrolera y combatiendo el cambio climático.

Turquía, en paralelo, debiera encauzar su economía estabilizando la inflación y restaurando confianza en sus instituciones. Retomar una política monetaria responsable, proteger la independencia del sistema judicial y abrir espacio al pluralismo mediático. Estas serían señales positivas para la comunidad inversionista y la sociedad civil.Un cruce de caminos: oxígeno para la democracia, viento para el desarrollo. En amboss países, la urgencia es renovar la calidad de su democracia como motor del progreso. Ni México ni Turquía alcanzarán su pleno potencial sin instituciones autónomas, rendición de cuentas y respeto a las libertades civiles. La recuperación económica y la integración global dependen en última instancia de un entorno de confianza.

Para ambos, la apuesta debe ser clara: fortalecer instituciones, invertir en talento y diversificar alianzas. Solo así podrán convertir sus realidades actuales —mezcla de luces y sombras— en un horizonte más justo, próspero y sólido.

PONTE XUX
1. Trump sigue poniendo a la Presidenta Sheimbaun, en jaque, con su nueva

amenaza de bombardear cotos de narcotraficantes en México! Apueste usted estimado Lector, a que no lo hará.

2. Si México responde a una eventual invasión de Trump, ya le adelantamos una buena respuesta: hay cifras de que 37 millones de mexicanos viven en US!

Correo-e: pibihua2009@gmail.com X: @RicaldePeniche

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