¿POR QUÉ MATAN A PERIODISTAS?

 POR: HÉCTOR PARRA RODRÍGUEZ

Nuestro país es considerado como uno de los más peligros para ejercer el periodismo, ocupa el nada honroso séptimo lugar. Suman más 800 denuncias en los últimos 10 años; 50 de ellas son homicidios de acuerdo a la Fiscalía para la Atención  de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión.

De enero a la fecha van 3 ejecuciones en contra de periodistas. Las causas o razones por las cuales asesinas a periodistas no están del todo claras y quienes emiten conclusiones al respecto, simplemente lo hacen sin un sustento científico y es que la enorme mayoría de los homicidios siguen impunes, por lo tanto se ignora quiénes son los autores intelectuales y materiales de las ejecuciones. Muchos llegan a la irresponsable conclusión de imputar a las autoridades esas ejecuciones, mas no tienen prueba alguna que soporte esas hipótesis.

Por eso me he permitido entresacar algunos párrafos de la narrativa de Viridiana Ríos, formada como científica social y aprendiz de periodista, dice ella en un excelente artículo publicado en la Revista Forbes, lo siguiente: “… me di a la tarea de utilizar inferencia causal para explorar el asesinato de periodistas en México. Sobre los hombros de los grandes científicos sociales vi que los mejores análisis de inferencia causal de las ciencias sociales se han realizado históricamente estudiando hermanos gemelos, analizando individuos que comparten genética y ambiente, pero que a pesar de ello tienen comportamientos disímiles. Pares en los que uno goza de plena salud, mientras que el otro muere prematuramente; gemelos que logran ingresos económicos y estatus sociales completamente diferentes; individuos que ingresan a las mejores escuelas pero ven a sus hermanos entrar a prisión”.

“Así que busqué gemelos. Municipios gemelos. Conduje un análisis econométrico con el que identifiqué municipios que compartían niveles similares de desarrollo económico y desigualdad, cuyas poblaciones eran de tamaño parecido, que contaban con el mismo número de grupos criminales operando, y que incluso tenían tasas similares de crimen. Lo único que diferenciaba a mis gemelos era que en un municipio al menos un periodista había muerto, en el otro los periodistas gozaban de plena seguridad”.

Sigue diciendo en su artículo: “El uso de esta tercera herramienta demostró dos cosas que no sabíamos respecto a quiénes están asesinando a los periodistas en México. Primero, que a lo que los periodistas deben temerle no es a las zonas violentas, sino a las zonas en las que la violencia está relacionada con la rivalidad delincuencial; y segundo, que incluso si hay alta presencia de grupos criminales, los periodistas no deben temerle a todos los grupos criminales por igual, hay criminales que asesinan más a los periodistas”.

“La violencia no importa, es el tipo de violencia el que hace la diferencia: los periodistas pueden cubrir con total seguridad zonas que tienen altos niveles de homicidios, siempre y cuando estos homicidios no hayan sido causados por rivalidad delincuencial. Los periodistas están seguros incluso en áreas donde los criminales son altamente sanguinarios, siempre y cuando dicha violencia no se explique por el enfrentamiento de bandas criminales rivales. La estadística lo demuestra. Los periodistas mexicanos mueren en municipios como Ciudad Juárez, Chihuahua, o El Oro, Durango, donde las tasas de homicidios por rivalidad delincuencial llegan a los 200 por cada 100 mil habitantes. No mueren en Santiago Amoltepec o en San Jacinto Tlacotepec, ambos en Oaxaca, lugares donde también hay tasas de homicidios de 200, pero donde ninguno de los asesinatos es atribuible a grupos criminales luchando unos contra otros”.

“Hipotéticamente, un periodista puede reportar a mitad de un tiroteo, siempre y cuando los bandos en disputa no sean criminales organizados. La guerrilla zapatista, los grupos rebeldes de la sierra de Guerrero, las zonas de alta impunidad en Iztapalapa y áreas conurbadas, son muy seguras para los periodistas. Los homicidios que se explican por razones no relacionados con la rivalidad delincuencial no incrementan la probabilidad de que un periodista sea asesinado”. Interesantes inferencias.

Continúa diciendo la científica social y aprendiz de periodista que: “El segundo descubrimiento enriquece esta imagen: aun si el tiroteo fuera causado por grupos criminales en disputa, la probabilidad de que el periodista se viera afectado depende estrictamente de qué grupo criminal esté sosteniendo las armas”.

“La evidencia empírica demuestra que los periodistas son más vulnerables cuando cubren áreas donde los grupos en disputa son grupos criminales de reciente formación, particularmente Los Zetas y fracciones separatistas del Cártel de Sinaloa. 66% de los asesinatos de periodistas ocurrió en áreas donde operaba alguno de estos grupos criminales. Los Zetas son particularmente violentos, en especial cuando se están enfrentando al Golfo. 40% de los casos se presentó en zonas de rivalidad Zetas vs. Golfo. Otra rivalidad especialmente peligrosa para los periodistas es la que viene de fracciones de Beltrán Leyva peleándose unas con otras. La probabilidad de que un periodista sea asesinado en dichas zonas es 50% mayor que en cualquier otra parte del país”.

“Hay grupos criminales que tienen un efecto contrario, es decir, tienden a generar ambientes de protección hacia los que trabajan en medios de comunicación. Los periodistas pueden sentirse relativamente más seguros si en el tiroteo las armas las tienen grupos  criminales con mayor antigüedad como Tijuana, Sinaloa, Juárez e incluso  los Beltrán Leyva (en años en los que los Beltrán Leyva no se habían dividido en fracciones). Del total de periodistas asesinados, sólo 10% estaba en áreas donde operaba Tijuana”. “Particularmente estables son las zonas en las que conviven Beltrán Leyva y Juárez, o Beltrán Leyva y Tijuana. En general, se puede decir que no es toda la violencia, ni todos los grupos delincuenciales los que están matando a nuestros periodistas. De hecho, los asesinos pueden identificarse con nombre y apellido, y las condiciones que favorecen sus actos pueden mapearse a partir de estadísticas judiciales. Una política pública de seguridad responsable debe reconocer que a los periodistas ni los matan todos los narcos, ni en todas circunstancias. Los matan Los Zetas y los grupos criminales de reciente creación cuando éstos se encuentran circunstancialmente enfrentándose unos a otros”.

“Aun así, hay mucho que todavía no sabemos. Las respuestas que provienen de ejercicios de inferencia causal como el que aquí se ha presentado están limitados por la naturaleza misma de la estadística. La inferencia estadística identifica causalidad en ambientes promedio, es decir, nos dice cuál sería el comportamiento esperado de individuos prototípicos. La estadística es ciega a las atipicidades. Y, desafortunadamente, de atipicidades está lleno el periodismo”.

A todo esto hay que sumar el alto número de periodistas desaparecidos, no se sabe si han sido asesinados o simplemente se alejaron el periodismo huyendo de la zona de conflicto. Vergonzosamente el 99% de los homicidios siguen impunes ¿Cómo saber entonces quién mata a los periodistas? ¿La actividad en contra de periodistas se trata de censura a la libertad de expresión? Todo indica que así es. Atendiendo a las inferencias realizadas por Viridiana.  Conclusión. Autocensura o no, al día de hoy un periodista que cubre México tiene más probabilidad de morir o desaparecer en el ejercicio de su labor que uno que cubre países en guerra como Afganistán, Siria o Somalia. De hecho, México es el cuarto país del mundo donde más periodistas han muerto en la última década, sólo superado por Irak, Filipinas y Pakistán. Identificar quién los está matando es una tarea que no puede seguir siendo dejada a un lado.

 

 

 

 

 

 

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